Cosas sin sentido, muerte, gatos y perros...

 
Por la ventana aparece Renata, mi gata (la cual sospechamos que murió envenenada a manos de algún vecino malo) más gorda y con Renatitos. Todos de tres colores como ella. Le pido a mi perro Yaco, quien pertenece al reino de los vivos, que por favor no ataque ni a Renata ni a sus Renatitos porque es mi invitada de honor. Yaco entiende perfectamente.
Al pasar de una habitación a la otra entro en un hotel. Creo que primero estoy de viaje, pero acostada y sólo puedo ver las copas de los árboles, el cielo, y cruces y vírgenes reflejadas en el vidrio de la ventanilla del colectivo. Atardece, es invierno, el clima es espectral. En el hotel encuentro muchas cosas que se me habían perdido, pero la encargada parece no saber de que estoy hablando. Encuentro, incluso, vieja gente conocida que dejó de formar parte de mi vida por una cosa o por la otra. Encuentro objetos que ni siquiera me acordaba que había perdido y que, aparentemente, no me hacían falta. Eran todos objetos interesantes o lindos, no tenían ninguna utilidad ni ningún valor...tal vez sentimental...pero hasta por ahí nomás...
La encargada del hotel le advirtió a un nuevo huésped que tuviera cuidado conmigo, lo cual me llamó muchísimo la atención a la vez que (debo admitirlo) un poco me halagaba, ya que (estúpidamente, lo sé) me hacía sentir importante... Pero el carácter de advertencia de tal afirmación me incomodó. A nadie le gusta mucho ser peligroso.


Amanda Mandarina

Comentarios