Viaje astral


Escribo este sueño porque lo quiero recordar. Más que la historia del sueño, quiero recordar las sensaciones. 
Al principio estaba dormida dentro del sueño, y a la vez soñaba que me encontraba con unos caballos muy ariscos justo por detrás de sus patas. Los caballos se asustaron y me patearon, partiéndome la cabeza. Me desperté con una sensación fea y seguí con mi vida (onírica). Después, me sentí desvanecer y alguien me daba la mitad de una extraña pastilla. Yo la tomaba sin ningún miramiento y me transportaba automáticamente al mismo lugar y al mismo segundo en el que los caballos me patearan. Pero esta vez empecé a elevarme antes como por arte de magia. Sabía que si no me concentraba y no creía en lo que estaba sucediéndome la gravedad iba a hacer su parte y me iba a caer. Así que, sin dudarlo y sin pensar si estaba soñando o no, me concentré. Volaba cada vez más alto alejándome de los caballos, de la tierra, de las nubes, del aire y de la profundidad del cielo. Sentir la profundidad del cielo es algo muy poco cotidiano, y es una sensación que te abre la cabeza, los cinco sentidos a flor de piel. Te vuelve más consciente del universo y la naturaleza.
Alguien me tocó el hombro y me dijo que me había quedado muy colgada por unos segundos. Pensé que, al fin y al cabo, esa experiencia había sido producto del efecto de la pastilla que había tomado, y, la verdad sea dicha, me pregunté por qué nunca la había tomado antes...


Pero la experiencia del vuelo fue sumamente real. Mi yo del sueño no se daba cuenta de que estaba alucinando, y mi yo de esta dimensión tampoco se daba cuenta de que era una alucinación dentro de un sueño. Tuve que despertarme dos veces, en dos dimensiones diferentes, en dos “cuerpos” diferentes, para recién ahí decir “guau, qué experiencia”.

En fin, es difícil explicar sensaciones. No es lo mismo escuchar ciertas experiencias que vivirlas en carne propia (o mentalmente en carne propia) para poder comprender.

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