Había una vez un príncipe que no era un príncipe porque en el mundo los
reinados ya no existían, pero de haber existido, él hubiera sido uno. Era
famoso, lindo y aficionado a la piratería. Tenía barcos con los que viajaba
lejos, muy lejos y solo. Por lo general estaba solo y evadía a la gente. Esto,
más su fama y fortuna, lo convirtieron
en el soltero más codiciado del año. ¡Qué feo! …” codiciado”, como si fuera una
cosa…pero así decía en las portadas de algunas revistas para chicas púberes. A
él nada de eso le importaba. Tenía
varias casas distribuidas en varias islas dispersas por el planeta Tierra, y, a
veces, se daba el lujo de viajar a la luna. Solo, con su nave. Y nadie nunca
jamás sabía dónde estaba. No había forma de encontrarlo. A menos que él te
quisiera encontrar... Tenía todos los servicios secretos a su disposición; pero
no los de este planeta, los de Marte.
Este extraño hombre solamente dejó entrar a su vida a una marciana quien vivió mimetizada con la especie humana desde que nació.
Tardó mucho tiempo en darse cuenta de su verdadera identidad. Cuando se enteró fue terrible, primero porque
ella no creía en nada, tampoco en marcianos. Segundo, porque una vez que
asimiló que sí existían tuvo que asimilar también que ella no era un ser humano, lo
cual la obligó a re significar toda su vida. Entendió muchísimas cosas de su
propio comportamiento, entendió porqué ante un grupo de rolingas le crecía el
flequillo, entendió porqué se sentía levemente identificada con el protagonista
de “Zelig” de Woody Allen. Es que los marcianos son camaleónicos. Los seres más
camaleónicos del universo.
Una vez que superó todo esto, no supo qué hacer. No sabía si volver o no
a Marte, y de volver ¿cómo volver?, no sabía cómo había llegado, ni quiénes eran
sus padres, ni cómo era la organización social y cultural en ese planeta. Presa
del caos que se desató en su cabeza empezó a correr como Forest Gump y no paró
de hacerlo por mucho tiempo.
Nadie la siguió. Nadie se dio cuenta de que corrió kilómetros y meses. En
esos días fue que descubrió que podía volar. Lo único positivo de toda esa
crisis de identidad. Y volando volando se cruzó con este príncipe solitario de la piratería. A él le dio risa su forma de aterrizar en el barco. Era muy torpe, la
pobre. A ella nada le
daba risa. Pero así fue como comenzó esta extraña historia de marcianos y
piratas post-modernos.
(Continuará…¿?)
=)
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