Nota. Escritores y escrituras.

Mi relación con Bukowski (platónica, claro está...o de lectora - escritor) es ambivalente. Por momentos lo amo y lo admiro. Lo comprendo. Pero también he tenido momentos en los que he tirado lejos de mí alguno de sus libros con algún relato que no he podido soportar. Y lo he odiado. Pero después leo "El pájaro azul" y se me pasa. Lo amo de nuevo.
Es raro. No me ha pasado antes con otros escritores. Con Niezstche, por ejemplo, cuando leí "Así habló Zaratustra", sentí una ambivalencia de sentimientos, pero no hacia el escritor sino con respecto a la obra: de sentirme la peor escoria del universo pasaba a sentirme elevada y feliz, y otra vez de vuelta a la nada y así... No lo terminé de leer. Supongo que me dio miedo la sensación final. Algún día cobraré valor y lo leeré entero. Después leí "Ecce Hommo" y me reí mucho, me dio ternura y ganas de darle unas palmaditas en la espalda y de preguntarle si no quería ser mi amigo. A Roberto Bolaño lo hubiera invitado a salir por ahí a tomar algo y charlar de la vida. Le hubiera pedido que me presentara a Ulises Lima para hacerle gancho con Amanda Mandarina. Con Kerouac hubiera salido por ahí a caminar sin rumbo fijo, de noche, por las playas de Big Sur. Hubiera escuchado los Rolling Stones con Don Borges y lo hubiera dejado hablar y hablar hasta el infinito. De todos hubiera aprendido algo. Supongo. O no. A algunos les hubiera preguntado como hacían para escribir "cosas" autobiográficas sin sentir pudor. Yo escribo porque pienso cosas y si no las escribo me siguen dando vueltas por la cabeza y no me dejan concentrarme en otras cosas de la vida diaria. De la vida "real". O de la vida no puramente mental. De hecho escribo desde que tengo siete años. Sí, siete años. Y nunca escribí nada bueno. En cierta forma eso es bastante frustrante. En cierta forma, no. Cuando empecé a escribir lo hice por imitación. Mi papá escribía. Mi mamá escribía. Todo el mundo en mi casa escribía. Después dejé de escribir, pero a los once años me detectaron una enfermedad psicosomática y el médico me pidió que escribiera todos los días algo. Cualquier cosa. Así fue como empecé mi colección de diarios íntimos. A los quince los dejé. Empecé a escribir poesía, pero era muy mala. Dejé de escribir un tiempo y volví a escribir cuando me fui a estudiar a Buenos Aires. No sé porqué. Supongo que porque no sabía hacer otra cosa. Aunque nunca supe escribir "bien" y además siempre tuve a este juez interno soplándome todos mis defectos al oído. Un pesado. Un represor. Así es como la escritura para mí siempre tuvo alguna utilidad: catártica, terapéutica, esclarecedora, tuve mis épocas experimentales medio surrealistas, y ahora no sé. Me estoy replanteando algunas cosas. Creo que estoy luchando contra ese juez cada vez que escribo. Y sobre todo, cada vez que publico algo en este blog. En cierta forma sigue siendo terapéutico y supongo que así será hasta que logre vencerlo, o por lo menos, ponerlo en su lugar.Lo peor de todo es que sé que mientras yo pienso y escribo todo esto, los escritores se ahorran este paso y escriben literatura. 

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