Eureka. Muddy descubrió la pólvora


   Y de repente la botella quedó abierta, sin servir. Muddy comprendió súbitamente algo que ya sabía, pero que no comprendió realmente hasta ese momento. Lo sintió. Fue un insight: no tenía ningún sentido tomar ese vaso. Ninguno.
  El vacío no tenía sentido, pero el vaso vacío sí. Era un símbolo, una señal. Y estaba en silencio. Nunca estaba en silencio, no lo soportaba. Por eso es que nunca hacía una pausa, aunque él creyera que sí. La única pausa existencial posible es en ese momento antes de servir el vaso. Es la pregunta por el sentido en el momento justo. No antes, ni después.
   Ahora está en esa encrucijada. Está solo. Pero solo de verdad. Solo en silencio. Pero no es una soledad negativa, es una soledad, un vacío y un silencio que abren posibilidades. Es un inicio, porque ahora tiene conciencia de sí mismo. Es consciente de que está solo y en silencio conviviendo con un vacío desde hace miles de años que a partir de ahora no lo condena más, porque ahora sabe que sin ese vacío no tendría espacio para ocupar con “cosas” nuevas. “Cosas”, existencias, extensiones, otredades. Sentir el vacío es un privilegio. Es la grieta de Roland Barthes. Taparla con vasos llenos y ruidos repetidos es un desperdicio.

   Se lo dije muchas veces, y aunque asentía con la cabeza yo sabía que lo comprendía racionalmente, pero no con el espíritu (prefiero decir “espíritu” y no “corazón” o ”alma” …)

   ¡Bien por el amigo Muddy!


Dios, el omnipotente.

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