Volar desnudo


   Esteban es un hombre que usa siempre un sobretodo gris y un bolso de viaje gris, como sus ojos. Es un viajante al que lo persiguen la lluvia y el frío a dónde sea que vaya. Y también la buena suerte. Siempre está a punto de perder el colectivo o de tener un accidente, pero la buena suerte lo salva a último momento. Otros creen que es Dios quien lo persigue y le da una mano. Quién sabe…Él no lo quiere pensar demasiado, no vaya a ser que de tanto pensarlo la suerte o Dios se diluyan y fluyan como la lluvia.
   El clima y el color gris han hecho de él una persona reflexiva, pensativa, con un leve aire melancólico. Pero leve como un detalle, un adorno, algo estético, que le queda bien. Y él lo sabe y lo usa, lo actúa y a veces se lo cree y se pone melancólico de verdad. Esos son los días en que deambula por todos los bares de la ciudad en la que se encuentra en ese momento, y se emborracha a más no poder, y todo se pone más gris, los colores contrastan, el cielo se nubla pero no llueve, porque la melancolía es más una tarde gris que una lluvia. Se parece a esa sensación de incertidumbre “¿Va a llover o no va a llover?”. Esa duda estúpida y trivial mueve en lo profundo de Esteban las oscuras y dudosas raíces de su tristeza. Una tristeza abstracta. Nunca le pasó nada demasiado terrible. A veces, en sueños, tres mujeres lo llaman y lo invitan a una habitación de la que él sabe que jamás podrá salir. La muerte lo acecha, es cierto. Pero, tal vez, como a cualquier otro mortal.

   Se encontraron de casualidad en una esquina. Llovía. Ninguno de los dos tenía paraguas. En esa esquina había un techo que sobresalía de un negocio de ropa interior. No hablaron ni se miraron los primeros quince minutos al cabo de los cuales ella le preguntó la hora. Cinco minutos después, Esteban le decía que la injusticia social se veía reflejada en el hecho de que ese señor tiene un paraguas con capacidad para cuatro personas y nosotros dos no tenemos ninguno. A los diez minutos caminaban bajo la lluvia charlando como viejos amigos.

Esteban - ¿Cuál fue el lugar más raro en el que tuviste sexo?
Ella:- Mmm...en un ascensor
Esteban: - Bueno, no es tan raro. Conozco a más de uno…
Ella:- ¿Y vos?
Esteban:- En el aire.
Ella: - ¡!
Esteban: - Volando en parapente
Ella: - ¡Mentira! ¡No te creo! ¡Eso es imposible!

Esteban se ríe y unos rayos de sol asoman tímidos a través de las nubes.


FIN



Comentarios

  1. Buenisimo!!! quiero saber como sigue la historia de Esteban...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario