…la señora (o mujer joven pero de otra época) con las manos agarrando nerviosamente su delantal, con voz casi suplicante decía algo que no recuerdo pero que terminaba en: “…y mi jardín de empanadas!”. Sonó el perverso despertador y todo lo anterior a ese mísero recuerdo se borró automáticamente de mi mente. Ingenuamente, me levanté, apagué el despertador y me acosté otra vez, con la intención de recuperar el sueño recientemente perdido y poder vivenciar el final (también ingenuamente uno cree que los sueños son relatos). Pero no pude, otra vez, la mujer jugando con su delantal de cocina decía: “…y mi jardín de empanadas!”.
uf! tan acostumbrados estamos a vivir dentro de un cuento que cuando la realidad se cansa de mostrárnoslo soñamos, y lo volvemos a olvidar... qué frustración la narración! jeje, gracias por traerlo a la vigilia! abrazaso!
ResponderEliminarGracias por la devolución!! Abrazo de oso!!
Eliminar