- Estoy temblando, no sé si de frío o de paranoia-, me dijo anoche mi
gran amigo X después de recibirme en su casa, inhibido por su propia sombra
proyectada en la pared. Es verdad que su sombra era inmensa y no era cualquier
sombra. Estoy seguro de que cualquier persona en su lugar se hubiera inhibido,
menos un actor. Pero no es un actor.
Su sueño, en una época, fue ser
actor. Probó varios talleres, pero no hubo caso. Siempre terminaba temblando de
pánico al lado del profesor de teatro como un perro bajo la lluvia. Debo
confesar que a mí me pasó algo parecido una vez en un taller de improvisación. Sé
que poner el cuerpo y arriesgarlo al ridículo no es tarea fácil. Yo pongo la
mente en riesgo de caer en el ridículo muy seguido, en cierta forma, corro a los
brazos del ridículo antes de que el ridículo me atrape a mí. Pero el cuerpo…el
cuerpo es otra cosa…No sé si lo que lo espanta es su sombra o la luz. La luz
externa, la luz ajena. Una cosa es temer algo propio y otra cosa es temer algo
ajeno. Pero en fin, vaya uno a saber…
La cuestión es que mi amigo con
tal de no ver su sombra vive en penumbras, lo cual lo entristece (o lo aburre)
soberanamente. Y no es ninguna metáfora. Anoche, como te decía, fui a visitarlo a su casa y apenas cerró la puerta
apagó todas las luces. Temblaba. Nos sentamos y le sugerí que prendiera al
menos un velador. Lo prendió, pero entró en pánico porque su sombra era
demasiado grande. La volvió a apagar horrorizado. Así es que pasamos la velada
en penumbras, de vez en cuando iluminada por el puntito de un cigarrillo.
La verdad, este hombre me
preocupa. Cada vez que lo veo (que lo voy a visitar porque no sale de su casa),
lo veo peor, más flaco, desgarbado, como si quisiera desaparecer o hacerse
invisible. Para no tener más sombra, supongo…O para no ser iluminado desde el
exterior. ¿Será que la luz externa le obstaculiza la propia iluminación?
¿Querrá brillar por sí mismo?...No lo sé, X es un tipo complicado. Me parece
que ni él se entiende.
- Relajación, concentración y acción -, le dije yo. Frase que
casualmente escuché los otros días. Creo que lo dijo Stanislavsky… o algo
así…La cosa es que sonrió. Después no hablamos mucho más...”
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