Discusión amorosa

-Te amo.

-Basta. No lo digas más.

-Pero ¿Por qué? ¿No me amás más acaso?

-No es eso…

-Entonces ¿qué?

-No sé…es que se gasta, ¿entendés?

-No, no sé, no te entiendo…

-Se gasta…lo decís todos los días, cada dos minutos y pierde el sentido. Suena y nada más. No dice nada…pasa a tener el mismo status que un “buen día”…no, menos todavía, porque el “buen día” es para ser dicho todos los días…

-Mirá, no sé, yo te amo y listo, y me dan ganas de decírtelo ¿Qué tiene de malo?

-No, no, vos no entendés. Lo decís compulsivamente. Así como te fumás un cigarrillo o como te comés una galletita sin hambre.  No sentís nada cuando lo decís, es un puto hábito

-¿Me vas a decir a mí lo que yo siento? Yo te amo, ¿entendés?, TE AMO

-¡Basta! ¡Dejá de decir eso! Y no grités, por favor. Te van a escuchar los vecinos…

-No me importa, ¡QUE ME ESCUCHEN!, ¡QUE ME ESCUCHEN!, a mí no me avergüenza sentir esto por vos

-Pero a mí sí me avergüenza que te escuchen

-¡Ves!, no me amás…ya no me amás como antes. Vos nunca me lo decís…

-Sí, no es eso…sí que…eso…te quiero…vos sabés que sí…

-Ah, ¿te das cuenta? Me decís “te quiero”, no me decís “te amo”, ni siquiera te sale decirlo

-Me siento presionada. No puedo decirlo así.

-Eso es porque no me amás, sino me lo dirías

-¿No me escuchás? ¿No entendés lo que te digo?

-La verdad que no, lo único que entiendo es que yo siento más por vos de lo que vos sentís por mí

-Ay, por favor, no te pongás en víctima. ¿De verdad tenés que ponerte a llorar? ¿Y se supone que yo tengo que consolarte y decirte 30 veces…eso…?

-¿QUÉ? ¡DECÍLO, DECÍLO!

-¡NO PUEDO! ¡DEJÁME EN PAZ!

(Él llora, diciendo “ya no me amás, ya no me amás”.  Se arrastra por la pared hasta caer en el piso, con las manos ocultando su cara. A ella le da un ataque de epilepsia. Aunque no era epiléptica.)