Una mujer se puso nerviosa ante
la posibilidad de una muerte cercana. El médico le había pronosticado una
enfermedad muy extraña que hasta el momento no tenía cura. Y se brotó. Le salieron ampollas por
todo el cuerpo que explotaron. Pero al explotar le salieron flores blancas y
chiquitas, se sacó ramitas enteras con flores de su piel rota. Se las mostraba
horrorizada a sus vecinos que se habían acercado preocupados a ver el
prodigio, pero nadie conocía esa clase de flor, ni siquiera la señora de al
lado que era experta en flores. Como si eso fuera poco la mujer vio horrorizada
que en su pierna izquierda tenía una mancha violeta, como un hematoma, que se
iba agrandando y convirtiendo en un dibujo que lentamente se hacía más nítido. Parecía
un tatuaje, pero milenario e increíble. Le abarcaba, ya, todo el cuerpo. Nadie
había visto nunca esa clase de dibujos, y nadie sabía qué querían decir. La mujer no murió, pero nunca se sintió tan sola.
Comentarios
Publicar un comentario