Divague II


Soy una cuerda salvadora dentro de un vacío que soy yo.
Mi mundo tiene manchas y cenizas, pero navego en cielos profundos.
A veces feos de tan profundos.
A veces creo que no quiero tanta profundidad.

Paranoiquear (¿o histeriquear?) es sentir que uno tiene ojos en la nuca, ladrones en las ventanas, espías en la cocina, pero todo a la vez, y que en realidad no haya nadie a tu alrededor, sólo fantasmas que te hacen cosquillas y te molestan riéndose a carcajadas.

Los edificios por dentro son huecos y la gente que se ve por las ventanas es de mentira, son sólo juguetes que cuelgan de sogas, que, si se cortan, no importa. Pero la música es real. Sólo sé que la música es real. Así que, ¿por qué han de importarme más los vecinos que la música que estoy escuchando?

(Escuche The Cure, la mejor forma de sufrir).

Hay que tener valor para bailarse un malambo con la muerte. Y mucha curiosidad.

El que sacrifica un sueño en nombre del amor, todavía no entendió que el amor no es sacrificio.

Final:

“…prende un cigarrillo, hay sol y nubes.(Música de Pink Floyd). Sonríe como una sobreviviente de guerra. ..”

o

“La luz de la verdad partiéndole el corazón con su soberana sonrisa”.






(Amanda Mandarina, 2006)

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