Había una vez...

"Había una vez un viejo muy viejo encorvado, llamado Don Jeronte. Era tan arrugado que en su frente amplia se le hacían pliegues de piel, y entre una arruga y otra se le acumulaba tierra. Incluso llegó un día en que le empezaron a crecer árboles y flores, y se pobló su frente de pajaritos. Ese mismo día, Don Jeronte se toma el colectivo 64 y se baja en el parque Rivadavia. Sin sospechar la nueva realidad que surgía en su cabeza se tira en el césped a tomar sol, y Dios lo ve.
Se ve que Dios es un tipo al que le gusta jugar, porque ni lo pensó dos veces, y creó en la frente de Don Jeronte a un Adán y una Eva en miniaturas. Y así, Don Jeronte empieza a ser un universo paralelo a este: Adán y Eva comen de la manzana prohibida, Dios sigue jugando a Dios y se enoja mucho, comienzan las especies a reproducirse y a reproducirse. A todo esto, para Don Jeronte solo habían pasado unos diez minutos, pero en el mundo-frente el tiempo fluía diferente, habían pasado décadas, y milenios...
A la media hora, el viejito muere. (Muere contento al sol).
Los frentícolas, en la tumba, ya no reciben luz, ni calor, y son devorados por gusanos. Y así fue como sucedió el Apocalipsis.

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